viernes, 24 de julio de 2009

La patraña de las cremas para peinar

Si hay algo que me frustra en esta vida, es una crema para peinar que no sirva precisamente para peinar, sino para dejar el cabello como vaca lamida. Y de paso, el simple hecho de tener que soportar otro fiasco ocasionado por una nefasta mezcla, brebaje de mala índole, o como se le pueda llamar —a fin de cuentas, es lo mismo—.
Cuando era pequeña, no gozaba de una vasta experiencia en la materia; me quedaba la peinilla marcada como si me hubiera peinado con cemento y un rastrillo. Poco a poco, empecé a emplear otras técnicas que me arrojaran resultados más convincentes, y en últimas, resolví quedarme con la menos peor: la de la toalla.
¡Sí, señor!, la famosa técnica de la toalla. Lavas tu cabello como de costumbre, lo peinas salvajemente, aplicas una escasa cantidad de crema en tus manos y la esparces misteriosamente desde las puntas hacia arriba; después te secas el cabello con una toalla, la dejas envuelta en la cabeza, al rato te la quitas y esperas hasta que el cabello se seque por naturaleza propia para luego sí poder proceder con toda confianza a meterte un tiro.
Entonces, aquí está el lado paradójico del asunto:

1. Si aplicas el procedimiento de la toalla, y no te peinas hasta que se seque el cabello, quedará revuelto pero digno (y en cuanto lo peines, dejará de ser digno).
2. Si aplicas el procedimiento de la toalla, y te peinas antes que se seque el cabello, no quedará revuelto, pero sí como si una vaca hubiese pasado la lengua por tu cabeza. Asimismo, tendrás que tolerar las humillaciones suscitadas por un detestable afro.
3. Si no aplicas el procedimiento de la toalla, mejor no te eches nada.

La publicidad posee la particularidad de venderte muchas ideas, de las cuáles, la gran mayoría no son más que una farsa. Así como juegan con tus nociones de volumen —porque he contemplado una suma innumerable de acontecimientos del mismo tipo—, juegan con imágenes de efectos que probablemente ni en tus sueños llegues a obtener.
Este caso de la crema para peinar, es sólo un ejemplo; hay miles de ejemplos más, y seguramente, también existen otras maneras de hacer uso de una indecorosa crema.

domingo, 19 de julio de 2009

Visión murphiana del paraguas

Como ya mencioné en otro de mis artículos, ser pesimista tiene sus ventajas. Me honra y me llena de regocijo el simple hecho de llevar a cabo una exhaustiva reflexión de carácter murphiano. Puedo palpar cómo una desmesurada satisfacción se apodera de mí, purifica el lado más recóndito de mi ser e invade mis más inauditos y abismales sentimientos hasta guiarme por el buen sendero de la paz.
Tengo el honorable placer de presentarle al mundo una de mis tantas críticas al optimismo radical. Esta vez me dispongo a hacerlo con un ejemplo (sí, un ejemplo). Mi voto de confianza va para el señor Edward Murphy y sus discípulos. ¡Una condescendiente reverencia cósmica para todos los optimistas!
Sin más rodeos —y en lo posible evitando caer en una engorrosa monotonía—, expongo mis ideas a modo de sumario mientras me preparo para hacer catarsis. Aquí vamos:
Hay situaciones en las que llevar un paraguas se convierte en un tedioso problema. Tal vez esto obedece a que terminas dándote cuenta que el objeto que supuestamente iba a ejercer la función de cubrirte e impedir que te mojaras, empieza a estorbar. Por ejemplo, cuando está lloviendo con brisa, con o sin paraguas, igual te mojas (esta va para los nobles esperanzados). En esos casos, creo que es mejor continuar con el rumbo de la vida sin la indecorosa presencia de un paraguas, que de paso supone una carga innecesaria para tus manos.
Pero bueno, quién quita que un optimista fiel visione todo lo contrario. “Todo para bien, nada para mal”, “no me voy a mojar, no me voy a mojar” (no me voy a mojar y me mojé...), “el agua es vida” (capaz que te caes en un pozo y sigues pensando lo mismo), “no importa, me bañé, qué rico” (a ver si piensas lo mismo con el resfriado). Y otras diez cuartillas cargadas de justificaciones de la misma índole.
A continuación, añado un aporte de Murphy en relación con la lluvia.

Apéndice a la Ley de Murphy: de la lluvia y otras inclemencias atmosféricas

• Si no llevas paraguas, lloverá en cuanto salgas a la calle (aunque haya hecho un día estupendo hasta entonces).
• Si no llevas paraguas, pero empieza a llover cuando salgas a la calle, y vuelves a casa por un paraguas, dejará de llover en cuanto pongas el pie de nuevo en la calle.
• Si llevas el paraguas encima durante todo el día, no lloverá.
• Si empieza a lloviznar, pero te resistes a abrir el paraguas “porque son cuatro gotas”, empezará a llover a torrentes.
• En cambio, si empieza a lloviznar y abres el paraguas, dejará de llover inmediatamente, para empezar a llover de nuevo en cuanto lo cierres.